Me sorprende que cada vez haya más papanatas sobre la faz de la Tierra. O mejor dicho, animales quejosos que disparan al aire su desacuerdo, bajo el lema de injusticia, sin decir esta boca es mía. Sobre las incongruencias de la vida, los desatinos del sistema, así como la parafernalia del teniente. Abundan también las lenguas ampulosas que targiversan con un amplio boato verbal las distintas mágnitudes de la realidad a base de argumentos fetén.
Bien es cierto que hay distintos puntos de vista, y como apuntó Cela en boca de su personaje doña Rosa: "no perdamos la perspectiva", las alegaciones deben sostenerse por consistentes pilares argumentales, teniendo como referencia siempre una perspectiva zonal, amplia y general; y no como estos pintamonas de sucesos que hoy cito. Jueces y verdugos de poca monta, y aun menos inteligencia, cuyo afán consiste en crear la polémica en tertulias donde nunca fueron invitados.
Y es que pienso, y cada vez con mayor convencimiento, que el ser humano de hogaño no está preparado para la desazón, depositando sus confianzas en braghettones dedicados a tapar la realidad. Es muy bonito que nos regalen los oidos lisonjeros, pero personalmente yo prefiero aplicar algo de estoicismo a todo esto e ir de cuco, pues si la astucia es una virtud no hay porqué desaprovecharla. Y a todos los vainas que despotrican sobre lo desalentador e injusto de la vida, recordarles que no se pueden pintar gallumbos en "El triunfo de la muerte" de Brueghel, pero sí se puede dibujar una sonrisa en las caras que lo pueblan.
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